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この作品には 〔残酷描写〕が含まれています。
苦手な方はご注意ください。

Your war, my war

作者: chusonic

Me llamo Higehiro Tomoyuki, y soy un contable asalariado de mediana edad que trabaja para un jefe multimillonario: vamos, uno más en esta sociedad. Soltero, sin hijos, viviendo solo en un apartamento que pude costearme con mis ahorros... qué más puedo decir... bueno, que mi físico no es tan atractivo: quizá por eso nunca tuve pareja. Incluso me atrevería a decir que mi momento favorito del día es precisamente cuando salgo a la calle después del trabajo: sentir el frescor del aire del anochecer en el rostro durante el camino de vuelta a casa es para mí uno de mis mayores placeres de la vida, especialmente después de pasar tantas horas tragando el ambiente, en ocasiones cargado, de la oficina. Ah, mira, un pobre pidiendo limosna. Hale, trescientos yenes para ti, majo; que no se diga que los asalariados no somos generosos.


-Bendiciones para ti, amigo -responde el indigente.


¿Una bendición? ¿Para mí? Gracias, pero no era necesario. No son más que bobadas que responde la gente para que te sientas mejor por haberles ayudado. Nunca había esperado nada de nadie; ni siquiera creo mucho en dioses, espíritus y demás tonterías esotéricas. Vale, es verdad que estamos en Japón, un país muy supersticioso con los espíritus y de los cuales se dice que habitan en nuestro país, aunque no los veamos; pero también hay gente escéptica como yo, de los que no creen sin haber visto.


Y ya que hablamos de sucesos sobrenaturales, también había leído en alguna parte que en la vida pueden ocurrir cosas extrañas e inexplicables: esos momentos especiales que te cambian la vida para siempre de un plumazo y que solemos calificar como "milagros", "accidentes", "coincidencias" o cosas así. Asimismo, si alguien me preguntara en este mismo instante sobre si creo que los milagros existen de verdad, le respondería con un simple y rotundo "no". Pero, por otra parte, lo bueno de los milagros es que casi siempre suceden al menos una vez en la vida, o eso dicen, en el momento y de la forma más inesperada que te puedas imaginar. En mi caso, dicho milagro (si es que es así como podemos llamarlo) se resume en un encuentro con una persona bastante extraña, y en un lugar conocido para mí.


Otra noche, harto del trabajo y de la vida diaria, decidí pasear por la ciudad para refrescarme un poco y despejar la cabeza; como no tenía prisa ni nada que hacer en casa, decidí alargar el paseo y darme una vuelta por mi antiguo barrio. Hacía una noche estupenda, y las luces del centro de la ciudad le daban a la noche un toque mágico de color. Cuando llegué a la calle donde antaño vivía con mis padres cuando era niño, vi que no había nadie por allí; caminé contemplando lo que hace años eran escaparates de tiendas, y ahora solo había persianas cerradas llenas de grafitis: la calle parecía un museo al aire libre de arte callejero. De pronto, una desconocida se cruza en mi camino y, sin poder evitarlo, choca conmigo.


-¡Mira por dónde vas, atontado! -Exclama.


Atónito, la miro cuidadosamente de arriba a abajo: es aparentemente joven y algo baja de estatura; su cabello es negro y corto, y viste una chaqueta, unos pantalones y zapatillas deportivas también de dicho color. En las únicas partes visibles de su piel luce algún tatuaje, y en sus orejas hay algún que otro pirsin. Por si todo esto fuera poco, ella también fuma pese a no tener aún (al parecer) la edad mínima para poder hacerlo legalmente.


-¿Qué estás mirando, idiota? -Continúa ella con tono amenazador- ¿Acaso buscas pelea?


No hace falta decir que aquella jovencita tenía más mala lengua que muchos otros adultos que conozco.


-Eh... no, nada. Tranquila. Sólo paseaba por aquí.


-Pues te has metido en el barrio equivocado, listillo -responde ella con el ceño fruncido-. Esta calle es mía, si no quieres que te convierta en alimento para las ratas será mejor que salgas cagando leches de aquí -y da una calada a su cigarrillo, sin desviar la mirada.


Sin esperar a saber qué podría ocurrirme si me quedaba allí, decido dar la vuelta y volver por donde había venido. Cielo santo, no puedo creer que mi antiguo barrio se había convertido en una calle ahora poblada por gente de la peor calaña como esa chica. En ese momento, un coche enfila esta calle y se acerca hacia mí.


-¡Joder, son ellos otra vez! ¡Tú, escóndete!


Era ella otra vez, pero ahora empuñando una pistola, y rápidamente nos ocultamos detrás de una esquina mientras ella intercambia disparos contra los ocupantes del vehículo, ahora detenido en medio de la calle.


-¡Hijos de perra! ¡Chupad plomo, cabrones!


-¿Qué... qué significa esto? ¡Antes todo era diferente!


-¡Y yo qué sé! -Responde mientras recarga su pistola, y luego continúa disparando- ¡Pregúntales a esos mamones llamados "Demonios Verdes"!


-¿"Demonios Verdes"? ¿Quiénes son?


-¡Joder, ¿en serio vives en este mundo o en la luna?! ¡Los "Demonios Verdes" son la peor mierda que habita en este puto basurero de ciudad! ¡Roban, matan, destrozan...! ¡Son unos hijos de la gran puta que no saben estarse quietos en sus jodidas alcantarillas!


De pronto, el coche reanuda bruscamente la marcha con las ruedas chillando, tras la orden de uno de los hombres.


-¡Y no volváis por aquí, desgraciados! -grita la joven.


Yo estaba inmóvil, encogido y temblando de miedo, incluso después de que ella hubiera abandonado el callejón donde nos habíamos ocultado.


-Eh, gordito -me alude, más calmada, tras haber mirado alrededor y asegurarse-. ¿Vas a quedarte ahí como un pasmarote, o vas a irte a tu casa?


-¿Eh?


-Ya pasó el peligro, puedes irte -y se va.


No me podía creer lo que acababa de ocurrir. ¿Un tiroteo entre bandas? ¿Y en esta misma ciudad? ¿En serio? Sin vacilar un solo segundo, me pongo en marcha y regreso a mi casa, caminando con paso rápido y sin detenerme, aún con el miedo en el cuerpo.


Varios días más tarde, y tras pensarlo, decido regresar a la misma calle donde yo vivía con mis padres, esperando reencontrarme con aquella chavala que me había salvado la vida, a pesar de ser tan maleducada y tener nulos modales. Yo llevaba conmigo una bolsa con dulces que había comprado al salir del trabajo, con la intención de regalárselos como muestra de gratitud. Recorrí la larga calle, pero todo parecía en silencio y sin nadie a la vista mientras avanzaba lentamente... cuando de repente oigo una pistola recargándose detrás de mí.


-Tienes huevos para venir por aquí, abuelo -dice una voz femenina diferente a la de la otra chica, pero algo más grave y profunda-. Deja la bolsa en el suelo despacio y levanta las manos. Si te vuelves, te mato.


-Esto... -respondo sin moverme- estoy buscando a una chica de cabello negro y corto... quería entregarle estos dulces... es un regalo por haberme salvado la vida.


-No te muevas -y toma la bolsa para registrar su contenido, mientras ella no deja de apuntarme con su pistola.


Tras comprobarlo, la ignota mujercita se queda la bolsa y me da la opción de elegir entre irme de allí en silencio o morir asesinado de un tiro por ella: mal sitio para caer, ahora que sé cómo están aquí las cosas. Lentamente, me doy la vuelta y regreso por donde había venido, sin mirar atrás, hacia mi casa.


Después, en otro lugar...


-¿Qué hay, Kitty? -saluda la chavala que vi aquella noche.


-¿Cómo te va, tía? -Saluda otra chica, de piel morena- ¿Qué traes ahí?


-Eh, Lisa -anuncia la recién llegada, de pelo rosa- Un tipo acaba de pasar por esta calle y me pidió que te entregara esto. Dijo que le habías salvado el culo...


-¿Un tipo?


-Parecía tener como cuarenta años, rellenito, cabello oscuro y llevaba un abrigo de piel...


-Ah, sí -y prende un cigarrillo-. Ese tipo iba deambulando por nuestra calle cuando llegaron esos malparidos de los "Demonios Verdes". Los muy cobardes terminaron huyendo... -y revisa la bolsa- ¡Hostia, si son dulces! ¡Nenas, nos montamos la fiesta! ¡Minnie, saca las birras!


-¡Toma ya! -exclama la del pelo rosa de alegría.


-¡Cojonudo! ¡A comer! -exclama la otra.


Gracias al agasajo, parece que he conseguido hacerme un pequeño hueco en el corazón de las chicas.


Después de aquel día, decidí ir de nuevo por aquella calle otra noche para encontrarme con ellas y visitarlas. Ahora que ambas ya me conocen, espero que no se asusten al verme de nuevo.


-Quieto ahí, culo gordo -ordena una tercera voz femenina, y alzo las manos instintivamente.


-Soy yo, el hombre del otro día... os había traído dulces...


-He oído hablar de ti -y guarda su pistola-. Sígueme, la jefa quiere hablarte.


Vaya, no sabía que aquella chavala tiene algunas amigas... esta vez se trata de una chica de piel morena, también armada con una pistola. Luego, nos metemos en un callejón donde, según recuerdo, hay muchos patios interiores y puertas traseras de los locales, y pasamos por una de dichas puertas. A continuación, subimos por unas escaleras que olían a perros muertos hasta que llegamos frente a otra puerta que nos bloquea el paso. Mi guía toca en ella y dice una contraseña, y enseguida la puerta se abre.


-Traigo el paquete, Lisa -anuncia.


Increíble. Hace años, cuando yo era pequeño, este apartamento era una especie de club privado, y ya no es ni la sombra de lo que antaño fue: ahora es un tugurio que sirve de guarida a estas chicas que, por cierto, apesta horrores a tabaco y alcohol, entre otras cosas... diablos, mi nariz no puede identificar todos los olores que puedo percibir en este local de mala muerte. Joder, me pregunto qué coño hago aquí.


-¿Qué hay, macho? -saluda la misma chica que me había encontrado el primer día, sentada en una butaca de cualquier manera y fumando un cigarrillo- Bienvenido a la guarida de las "Lobas". Píllate un sitio y siéntate... ¿Un trago?


-Gracias... -y decido sentarme en un pequeño sofá cerca de ella.


La chica del pelo rosa, de apariencia culturista y pechos de tamaño considerable, saca un botellín de cerveza de un pequeño frigorífico, le quita la chapa con la mano (¡qué fuerza tiene!) y me la entrega. En realidad no soy muy aficionado a la bebida, pero por no hacerles un desprecio, decido seguirles la corriente y bebo un sorbo. A continuación, la chavala de piel morena que me guio hasta allí saca un cigarrillo y lo prende, mientras que la fornida hace lo mismo sacando otro de la cajetilla que llevaba consigo en su chaqueta. Ignoro por completo cuáles serán exactamente sus edades, pero las tres adolescentes no aparentan tener más de quince o dieciséis años y ya se comportan como auténticos adultos: fuman, beben alcohol, y lucen tatuajes y pírsines; incluso su abyecto lenguaje, en ocasiones molesto, no era nada propio de su edad.


-Nunca te hemos dicho nuestros nombres, ¿verdad? -dice la jefa.


-Creo que los adultos dicen "no nos hemos presentado formalmente" -añade la morenita-, pero aquí no nos andamos con esas payasadas.


-Eh... no, que yo recuerde... -respondo, un poco nervioso.


-Ellas son mis amigas -continúa la jefa-. La que tienes justo enfrente de ti, con el pelo de color cursi, es Kitty: es la que más fuerza tiene de nosotras.


La hercúlea se levanta de su asiento y trae un par de pinzas hand grip iguales (como las que suele haber en los gimnasios), y me entrega una de ellas. A continuación, las aprieta y las afloja rápidamente varias veces delante de mí, primero con una mano y luego con la otra, mientras yo intento hacer lo mismo con las mías con todas mis fuerzas, pero sin éxito. Diablos, qué frustrante es ver que una jovenzuela tenga más fuerza que yo.


-Creía que los adultos eran más fuertes, pero éste no es más que un debilucho sin pelotas -añade la fortachona con desdén tras ver mi penoso resultado.


Lo admito, nunca fui bueno en los deportes... y jamás se me pasó por la cabeza apuntarme a un gimnasio, debido al escaso tiempo libre que me brinda mi trabajo.


-La que tienes a tu derecha, de piel oscura, es Medianoche -señala la jefa a la chica que me acompañó hasta aquí-, pero la llamamos "Minnie" para abreviar; es nuestra experta en armas.


-Te prestaré una de mis nenas para que puedas defenderte y no acabes hecho fiambre por ahí -añade Medianoche después de dar una calada a su cigarrillo, luego saca un revólver de un armario y me lo entrega-. Nunca has disparado un arma, ¿verdad?


-No... los adultos nunca disparamos a nadie.


En realidad los adultos sí disparamos, pero no es el caso en mi pacífico vecindario... al menos por el momento.


-Tenemos otra chica más en el equipo que está realizando una misión ahora mismo, te la presentaremos cuando ella venga. Yo me llamo Lisa, y soy la líder de las "Lobas". Te toca, amigo.


-Pues... mi nombre es Tomoyuki.


-Bah, demasiado aburrido -añade Kitty, con cierto desprecio-. Hay que buscarle otro nombre.


-Podemos llamarlo "Tommy" -sugiere Medianoche-. Le queda genial, y más llevando a mi pequeña Colt en el bolsillo, como en América.


-Me gusta Tommy -respondo con una sonrisa.


-De puta madre -dice Lisa-. Bien, Tommy: bienvenido a las "Lobas". Te buscaremos una chaqueta a juego con las nuestras. Y ahora, para celebrar que Tommy se ha unido, ¡brindemos con unos buenos tragos!


-Espera, Lisa -interrumpe Medianoche-. Te has olvidado de algo importante.


-Mierda, es verdad -responde la jefa-. Tommy, en nuestro equipo hay unas normas que debes respetar y conocer. Para empezar, aunque seas más mayor que nosotras, eres nuestro aprendiz y todas estamos por encima de ti. Cualquier orden que te demos, obedécela sin tardar. Un solo momento de duda y acabarás criando malvas, ¿okey?


Varias reglas después, las tres chicas abren algunas botellas de vodka o whisky, y me sirven un chupito de éste último. Ya me gustaría saber de dónde diablos sacan semejante mercancía siendo prácticamente unas niñas... y también parece que están más acostumbradas al alcohol que yo, porque acabo de ver a Kitty beberse un buen trago a morro de la botella de whisky y seguir tan fresca; mientras que yo, con sólo dos chupes de lo mismo, ya estoy con la cabeza comenzando a darme vueltas, aparte de la botellita de cerveza que me tomé hace un momento.


Ya puedo irme a casa... pero estoy más acojonado que de costumbre, quizá sea porque llevo un revólver calibre 9 mm oculto en mi abrigo. Ya en mi apartamento, busco en mi armario algo que me pueda servir para cuando vaya a verlas en otra ocasión. Ah mira, esta chaqueta de cuero negro con un tigre en la espalda que llevaba a veces en mi adolescencia me sentará de maravilla... por otra parte, me alegro de estar aún soltero, porque si estuviera comprometido o casado, mi pareja no me habría dejado siquiera entrar en casa por haber llegado bebido y apestando a tabaco barato. Pero ahora, lo primero es un bañito para quitar el cansancio, luego un bol de fideos instantáneos para cenar mientras termina de lavarse la ropa y a dormir, que mañana hay que trabajar.


Otro día, a la semana o así de la última visita, decido ir al local de las "Lobas" acompañado de un pastel que había comprado para celebrar mi cumpleaños. Bueno, puede que no sea la mejor compañía, pero al menos son mis nuevas (y únicas por ahora) amigas que tengo, aunque no sean precisamente de mi edad.


-¡Coño, pero si Tommy nos ha traído una tarta para todas! -exclama Medianoche mientras limpiaba una pistola desmontada.


-Bueno, es que hoy es mi cumpleaños...


-¡Felicidades, Tommy! -responde ella.


-¡Y menuda "chupa" traes puesta, tío! -Añade Kitty, alegre- ¿Dónde la pillaste?


-Eh, pues... ya no recuerdo dónde la compré, porque ya la tenía de chaval...


Curiosamente, Lisa no estaba presente en aquel momento, y aunque pregunté a Kitty y a Medianoche, ellas sólo me respondieron que ella estaba ocupada con sus asuntos. Así, acordamos entre los tres dejarle un trozo en el frigorífico para que ella se lo comiese en cuanto llegase.


-¡Como regalo de cumpleaños, hoy empezaremos las lecciones de supervivencia!


-¡Y yo te convertiré en un hombre de verdad! -añade Kitty, crujiendo sus nudillos.


Vale, creo que he entendido lo que quiso decir Medianoche, pero lo otro... me da miedo preguntar y meter la pata. Durante al menos dos horas diarias después de salir del trabajo, y casi todos los días, ambas me enseñaron y entrenaron en sus especialidades: Medianoche me enseñó a manejar las armas, a protegerme y a todo lo relacionado con la supervivencia; mientras que Kitty se convirtió en mi entrenadora personal: su plan consistía en ejercicios de todas clases y pruebas físicas de resistencia, velocidad, agilidad... y, por supuesto, fuerza. A fin de cuentas, estoy sinceramente sorprendido de cómo estas niñas han logrado llegar a lo que son hoy en día.


Uno de esos días, estando ambos solos en el apartamento y yo hecho polvo en el sofá después de haber terminado una de sus infernales rutinas de ejercicios, mi musculosa compañera me mostró un extraño bote que ella guardaba solamente para sí.


-¿Quieres un poco? Esto te ayudará a recuperarte.


-Mientras me alivie el dolor muscular, bienvenido sea...


Y Kitty me sirve un vaso con agua y una pizca de polvo del bote disuelto en él, resultando una bebida de apariencia similar a un zumo de frutas, y me lo bebo todo de un trago.


-Esto está delicioso, ¿qué es?


-Se trata de una mezcla potente de esteroides y proteínas que ayuda a aumentar tu masa muscular -informa ella-. Soy adicta a consumirlos de vez en cuando, pero que esto -enfatiza- quede solamente entre nosotros.


Ahora entiendo la razón de su fuerza: ella debió de tener alguien con gran masa muscular que la precedió y le dio a conocer la peligrosa sustancia; por eso es tan fuerte y tiene los músculos bastante marcados.


La rutina de ejercicios siguió incluso cuando Medianoche dijo que ya no tenía nada más que enseñarme, y el tiempo de Kitty destinado para entrenarme se duplicó. Varios meses después, conseguí adelgazar casi en tiempo récord, habiendo perdido bastante grasa (incluso mi barriga) y aumentando mi masa muscular a la vez gracias a los entrenamientos tan duros y casi interminables; al mismo tiempo, mi nueva forma física no pasó desapercibida para mis compañeros de oficina, quienes se mostraron admirados por el cambio. Hasta que un día, después de unos meses, mis dos compañeras me han dado su visto bueno como su nuevo miembro: he pasado de ser un hombre de negocios un poco rellenito a convertirme en algo así como un espía o mercenario con una doble vida, de esos que aparecen en las modernas películas de Hollywood. Mi pequeña jefa, Lisa, había estado supervisando en secreto mis ejercicios todo este tiempo; y un día, ella me llamó a la guarida para hablar conmigo a solas.


-Me alegro de verte de nuevo, Tommy. Veo que Kitty y Minnie te han enseñado bien en mi ausencia.


-Han sido estrictas conmigo -respondo con una sonrisa-, pero son unas buenas maestras.


Lisa sonríe.


-Enhorabuena, Tommy -y enciende un cigarrillo-; a partir de ahora ya eres oficialmente un miembro más del equipo, pero todavía no has podido estrenarte en una misión de verdad. Ahora tendrás tu oportunidad de apostar tus pelotas en el tablero por primera vez. Tranquilo, tu primera misión será fácil. Se trata de recoger un paquete en un sitio que yo te indicaré; pero ten cuidado, hay maderos y cámaras de vigilancia por todas partes. Debes ser rápido y discreto.


Dicha misión consistía en ir a un bar determinado y traer un pequeño paquete escondido en mi abrigo. Por eso, en lugar de ir con mi chaqueta negra de cuero, decidí ir con ropa normal después de haberme cambiado en casa. Una vez llegué al bar, busqué al dueño y le pregunté por el paquete a nombre de Lisa.


-Acompáñame.


Las largas canas del barman no dejan gran lugar a dudas sobre su edad, recogidas en una cola de caballo, y su barba corta le da un aire sutil y elegante a juego con su camisa blanca. A continuación le seguí hasta la trastienda, y me entregó el paquete acordado.


-No te he visto nunca por aquí, amigo. ¿Eres nuevo?


-Sí, así es. Me llamo Tommy -y estrecho su mano-. Un placer.


El dueño sonríe hasta que estalla en carcajadas.


-¡Esta Lisa...! ¡Parece que ya está en esa edad, pero tiene unos gustos algo peculiares! Yo soy Charlie, el dueño de este bar. Espero volver a verte pronto por aquí, Tommy.


Durante mis entrenamientos, las chicas me enseñaron a no hacer preguntas innecesarias, así que me guardé el paquete en la chaqueta con cuidado y me fui de allí en cuanto me despedí de él. Así cumplí exitosamente mi primera misión tras entregar el paquete a Lisa.


-Buen trabajo, Tommy; no esperaba menos de ti. Como pequeña recompensa, por esta vez dejaré que veas el contenido del paquete...


Debí haberlo imaginado... el contenido no es otra cosa que un paquete de cajetillas de tabaco cuidadosamente embalado. No me extraña que me haya enviado a mí, que soy adulto, a recoger semejante mercancía. En otra ocasión, Lisa volvió a asignarme una misión parecida a la anterior, con la excepción de ir esta vez acompañado por la fortachona de Kitty.


-Qué hay, Charlie -saluda ella al entrar.


-Buenas...


-Bienvenidos -saluda el barman con su característica sonrisa-. ¿En qué os puedo ayudar?


-Venimos a por el agua de lluvia -responde Kitty.


¿"Agua de lluvia"? ¿Qué significa eso?


-Sí, claro.


Charlie se dirige a la trastienda y regresa con dos cajas en un carrito. Mi compañera coge una y me la entrega diciendo que tuviera cuidado, porque el contenido es bastante frágil. ¡Rayos, cómo pesa! ¡Diría que la caja rondará los quince o veinte kilos, sin exagerar!


-Aún te falta resistencia -comenta mi compañera por el camino.


-¿Sí? ¿Tú crees?


Kitty me mira de soslayo brevemente.


-Por si no lo sabes, era yo la que se encargaba de esta tarea todos los meses hasta que apareciste. De ahora en adelante, tú te encargarás exclusivamente de esta tarea. Ah, y no se te ocurra hacer pausas para descansar ni hacer dos viajes, si no quieres que la jefa te patee los huevos.


Conociendo a Lisa, supongo que sería capaz de hacer algo así con sus enemigos, pero no quisiera tampoco poner a prueba su paciencia.


-¡Mierda! -Exclama ella de repente.


-¿Qué ocurre, Kitty?


-Son esos cabronazos otra vez -y deja la caja en el suelo.


Mi compañera desenfunda su pistola y echa un vistazo ocultándose tras la esquina, a pocos metros por delante de nosotros.


-Quédate ahí y vigila las cajas -ordena ella en voz baja.


Espera, ese coche que se encuentra más adelante... sí, es muy parecido al de aquella noche, cuando conocí a Lisa. Kitty abre fuego contra los "Demonios Verdes", escondiéndose de vez en cuando para recargar su arma. Diablos, quisiera ayudarla, pero no puedo dejar las cajas solas. ¡Al diablo! ¡Si mis camaradas necesitan apoyo, yo también debo colaborar!


-¡Tommy! ¡¿Qué coño haces?!


Decido volver rápidamente sobre mis pasos hasta doblar en un callejón estrecho que comunica con la calle trasera donde está la entrada al local, y observo la escena con cautela. Rayos, si no hago algo ya, Kitty podría morir asesinada. Vamos, pequeño Colt, no me defraudes. Así, disparando al estilo tan característico de las películas del Oeste que me enseñó Medianoche, consigo quitar de en medio a tres de ellos antes de ocultarme de nuevo para recargar. Y, al igual que esa vez, los "Demonios" prefieren salir por patas con su coche.


Un rato después, cuando ya estaba impaciente por regresar a casa, mi jefa regresa al local acompañada por Medianoche y nos ven a Kitty y a mí sentados uno frente al otro sin hacer contacto visual, en silencio y de brazos cruzados.


-Te estaba esperando, Lisa -responde Kitty sin inmutarse.


-¿Qué ha pasado? -Pregunta Lisa.


-Quiero meterle una bala entre los ojos a Tommy por haberme desobedecido.


Lisa se dirige hacia mí y me formula la misma pregunta.


-Hace un rato llegaron los "Demonios Verdes" en su coche mientras Kitty y yo traíamos las cajas desde el bar de Charlie -respondo con serenidad-. Ella se adelantó y comenzó a dispararles desde la esquina que hay al final de esta calle, pero enseguida me di cuenta de que estábamos en inferioridad, y decidí dar un rodeo por el patio interior y conseguí evitar que ahora estuviéramos lamentando su muerte.


-¡Tú sí que vas a lamentar haberme conocido, gilipollas! -Grita Kitty furiosa, levantándose del sillón y dirigiéndose hacia mí.


-¡Si no hubiera dado ese rodeo para cubrirte -protesto, señalándola con mi dedo y levantándome de mi asiento-, ahora no estarías aquí quejándote por bobadas!


-¿Cubrirme? ¡Y una mierda! ¡Podría habérmelos cargado yo solita sin tu ayuda!


-¡Ah, ¿sí?! ¡Pues lo tendré en cuenta para la próxima vez que estemos en un tiroteo como éste! ¡No te preocupes!


-¡¡SILENCIO!! -Grita nuestra jefa.


Inmediatamente, Kitty y yo cesamos nuestra discusión a la vez que intentamos recuperar la calma casi a marchas forzadas.


-Ya es suficiente -continúa Lisa-. Tommy, puedes irte a casa.


-¿Qué? -Protesta Kitty- ¿Vas a dejarle marchar así, sin haberle castigado?


-¡Puede que él te haya desobedecido, sí, pero deberías agradecerle porque tu culo aún sigue intacto, Kitty! -Y le da un toque en el hombro-. Ve a descansar, ya has hecho bastante por hoy.


-¡¡Joder!! -Grita de rabia la fortachona y suena un golpe, quizá debido a un puñetazo contra la pared, mientras yo ya había atravesado el umbral de la puerta y comenzaba a bajar las escaleras.


Ya era casi medianoche cuando llegué finalmente a casa y me acosté en mi futón, sin dejar de pensar en todo lo ocurrido este día: probablemente Kitty tuviera razón y no le hubiera costado tanto haberse encargado por sí sola de esos matones mientras yo custodiaba las cajas (conseguimos subirlas al local tal como nos las había entregado Charlie). Pero, aparte del dilema sobre si mi decisión de actuar a mi aire fuera correcta o no, hay otra cosa que me preocupa, y es que fue la primera vez que oí a Lisa levantar la voz de esa manera. Bueno, espero que ella lo deje pasar por esta vez.


Desde ese día, mis piernas comenzaron a temblarme irremediablemente cada vez que me acercaba a mi antiguo hogar, y no me atrevía a dar un paso más hacia esa endiablada calle donde viven las "Lobas", por miedo a que ellas estuvieran esperándome para pegarme un tiro; así que esa noche, después del trabajo, decidí intentar ahogar mis preocupaciones en un vaso de licor casero cuya receta conoce solamente Charlie.


-¿Qué te preocupa, Tommy? -Y me sirve un chupito de su licor.


-Desobedecí a Kitty, y ahora no me atrevo a acercarme a su base, ni tan siquiera mirarlas a la cara -hago una pausa para beber un sorbo.


-¿Por qué? ¿Qué has hecho?


-El otro día, cuando Kitty y yo vinimos a llevarnos las cajas, llegó un coche de los "Demonios Verdes" y ella abrió fuego contra ellos en cuanto los vio. Kitty me ordenó que me quedara donde estaba protegiendo las cajas, pero decidí ayudarla disparando desde otro lugar. Cuando Lisa regresó y le contamos lo ocurrido, ella solamente me dio permiso para irme a casa...


-Ajá...


-Lo que realmente me preocupa es que Kitty aún esté resentida por ello, y me dispare en cuanto me vea.


Ambos guardamos silencio por unos momentos mientras yo termino de beberme el resto del contenido de mi vaso de un trago, a la vez que Charlie comienza a secar los vasos recién fregados.


-Qué quieres que te diga, Tommy... -y deja el vaso seco aparte.


-¿Eh?


Charlie me mira fijamente a los ojos por unos instantes, y luego continúa secando los vasos con el trapo.


-¿Has venido aquí para disolver con mi licor una culpa que no existe?


-¿De qué culpa estás hablando?


-No lo sé, dímelo tú.


-De haberla desobedecido cuando tuve que hacerlo...


-¿Y te preocupa haber tomado la decisión correcta?


-No es eso; es Kitty la que me preocupa... ya te dije que temo que ella me cosa el cuerpo a balazos si vuelvo a aparecer por allí.


-Seguro que Lisa lo comprende. Créeme, es una chica más lista de lo que parece.


-¿Tú crees?


Charlie suelta una leve carcajada, riéndose por lo bajo.


-De no ser así, no estarías aquí bebiéndote mi mejor licor solamente por gusto...


-Tienes razón, Charlie. Aún así... sigo teniendo miedo.


Justo cuando pensaba que las cosas no podían ponerse peor, veo a Lisa acercándose hacia aquí a través de los cristales, dándome el tiempo justo para esconderme detrás de la barra aprovechando su hueco de entrada y salida.


-Buenas noches, Lisa -saluda Charlie-. ¿Qué te trae por aquí?


-Ponme algo fuerte, lo que quieras.


-Te serviré un poco de licor. Te ayudará a levantar el ánimo.


-Gracias, Charlie.


Ay, madre... espero que ella no se dé cuenta de mi presencia si él se tiene que desplazar por la barra para servirle algo.


-Te noto desanimada... ¿te has peleado con tus amigas?


-Qué va... bueno, en parte sí.


-Eso es raro.


-En realidad estoy preocupada por Tommy... no ha vuelto a vernos desde hace días.


-Seguramente tendrá mucho trabajo que hacer.


-No lo sé, Charlie. Tengo miedo de que los "Demonios Verdes" lo hayan hecho desaparecer tirándolo al mar sin que me haya enterado...


-Estará bien, tranquila. Si has decidido entregarle un arma, él no dudará en usarla para defenderse.


-Ya... pero si la gente ve que lleva un arma, la pasma podría enchironarle.


-No lo creo.


-¿Por qué?


-Tommy no parece ser tan tonto como para permitir que eso ocurra, es un buen tipo.


Lisa exhala un suspiro profundo.


-Hay otra cosa más que me preocupa sobre él, y es que discutió con Kitty el otro día -y le cuenta la historia-. En aquel momento me limité a dejarle marchar sin haberle castigado, pero... cuanto más lo pienso, más insegura me siento. No sé si fue lo mejor...


-¿Y qué opina Kitty?


-Sigue pensando que Tommy debió haberle hecho caso... pero no sé cómo reaccionará ella cuando vuelva a verle.


Ambos guardan silencio por unos momentos.


-Tengo miedo, Charlie. No quiero perder a Tommy, ¿sabes?


El barman sonríe en silencio.


-Me pregunto qué podría decirle si lo viera... quiero decirle algo, pero no sé.


-Sinceramente, yo esperaría hasta que tu amiga entre en razón y comprenda lo ocurrido; luego ya decidirán si disculparse o no.


-¿Qué quieres decir, Charlie?


-Estoy seguro de que Tommy no quería perder a su amiga, por eso hizo lo que hizo -y extiende sus brazos mientras sonríe.


Jo... de verdad, Charlie, te mereces un monumento.


-¿No te das cuenta, Lisa?


-Sigo sin pillarlo...


-Pues es bien fácil de entender, Lisa. Dime, ¿le ha pasado algo a tu amiga?


-No...


-¿Y a las cajas que les pediste transportar desde aquí hasta tu base?


-No, que yo sepa...


-¿Y él? ¿Ha sufrido algún daño?


-No, Tommy no parecía herido...


-¡Pues ya está! ¡Si ellos han conseguido cumplir con su encargo y no tienen ni un solo rasguño, entonces es que Tommy tomó la decisión correcta!


-Es verdad... tienes razón.


Ahora parece que Lisa ha recuperado la confianza y los ánimos, y decide irse de allí después de agradecer a Charlie su ayuda.


-Ya se ha ido, puedes salir -anuncia éste.


-Espero que ella consiga convencer a Kitty, o me temo que ésta será la última vez que me veas con vida...


-Lo logrará -dice Charlie sin perder la sonrisa-; sólo dale un poco de tiempo.


En otra ocasión que fui a visitarlas, ya armado de valor, Lisa y Medianoche se alegraron mucho de volver a verme; pero Kitty estaba ausente.


-Hice lo que pude por explicárselo -dice Lisa, entregándome un botellín de cerveza-, pero no sé si lo habrá entendido.


-Está afuera haciendo sus ejercicios -añade Medianoche-, si quieres esperarla...


-Mejor no; estos días tengo mucha carga de trabajo y estoy agotado -y me voy después de beberme todo el botellín.


-Tommy -interrumpe Lisa.


-¿Sí?


-Vuelve mañana. No tengas miedo, lo estás haciendo bastante bien.


-Ya, pero Kitty...


-Si ella intenta meterse contigo, te cubriremos -dice Medianoche con una sonrisa y guiñando un ojo.


-De acuerdo. Aquí estaré -respondo después de esbozar una sonrisa.


Un mes más tarde, aprovechando que tenía un día libre en el trabajo, decido visitar a Charlie una vez más.


-¡Hombre! -Exclama él al verme a plena luz del día- No esperaba verte por aquí a estas horas...


-Bueno, hoy me dieron un día libre en el trabajo... hay que descansar de vez en cuando.


-¿Qué tal con las chicas?


-Bueno, parece que Kitty ya se dio cuenta...


-Me alegra oír eso.


Mientras me sirve una jarra de cerveza, contemplo brevemente el local, adornado con pósteres de películas clásicas, una diana, chapas de matrícula de varios estados... De no ser por las luces poco potentes que tiene encendidas cuando ya ha oscurecido, hubiera podido preguntarle antes.


-Es un bar precioso...


-¿Te gusta?


-Me encanta. Tienes un buen gusto por lo americano, ¿verdad?


-Sí... aunque nací aquí, me crie en San Francisco; hasta que mi padre me trajo de vuelta a Japón cuando todavía era un chaval. A la vez que estudiaba, trabajaba como camarero a tiempo parcial, y me enamoré de este oficio. Con el tiempo decidí abrir mi propio bar.


-¿Sí? Pues mis padres y yo también vivíamos aquí desde que nací... bueno, el piso estaba cerca de donde viven ahora las chicas, hasta que decidieron mudarse cuando yo ya me había independizado.


Charlie enmudece por unos instantes.


-Así que te criaste en la misma calle donde estaba mi local, ¿eh?


-Sin embargo, no recuerdo que hubiera ningún bar... -y bajo la mirada, pensativo, intentando recordar- Solamente recuerdo que había algo como un club privado...


-Sí, bueno... realmente era un bar de copas un poco selecto.


-Y si la memoria no me falla, se llamaba...


-"Golden Gate" -responde Charlie.


-¡Sí, eso es!


-¡Pues yo era el propietario! Y es donde viven ahora las chicas.


No me lo puedo creer... Charlie y yo éramos vecinos sin saberlo.


-¿Y cómo decidiste cerrarlo? ¿Tan mal te iba?


Charlie lanza un suspiro.


-En absoluto; mi anterior negocio iba como la seda: se celebraban fiestas, reuniones privadas... incluso durante la "hora feliz" se llenaba cuando mis clientes salían del trabajo.


Cuando era niño, recuerdo haber visto alguna vez algún grupo de hombres visitar el "Golden Gate" por las tardes para disfrutar de una buena bebida con los compañeros. Yo también lo hice alguna vez, cuando todavía era novato.


-Qué tiempos aquellos cuando todo era paz y tranquilidad -continúa Charlie- hasta que llegaron esos tipos casi de la noche a la mañana: asesinatos, secuestros, daños a las propiedades ajenas... convirtieron parte de la ciudad en un verdadero infierno. Por suerte, yo tenía algunos ahorros y pude alquilar este otro local, lejos del desastre. Por mucho que lo intente -y lanza un pequeño suspiro-, nunca volveré a tener el mismo éxito que había tenido con el "Golden Gate".


El rostro de Charlie se vuelve ciertamente melancólico, como si todo su optimismo se apagara momentáneamente.


-¿Y las chicas?


-Recuerdo que, una mañana, había ido a ver mi viejo local para intentar recuperar algo después de haberlo abandonado todo deprisa y corriendo después de algunos atentados. Los mafiosos hicieron que aquel distrito tan alegre y lleno de vida se convirtiera en un pueblo fantasma como lo que es ahora, ya sabes.


Según el propio Charlie, los "Demonios Verdes" y otras bandas menores fueron los responsables de sembrar el terror en las calles. Ante la imposibilidad de poder hacer nada para encarcelarlos y arrancar de raíz la creciente corrupción, la policía se vio obligada a no volver debido a las continuas extorsiones, sobornos y chantajes. Con el tiempo, los que vivían en ese distrito se mudaron uno tras otro, asustados y sin nadie que los pudiera defender, y toda la zona quedó prácticamente abandonada a su suerte, donde la ley estatal ya no reinaba desde hacía ya tiempo. Ya me puedo imaginar la infinidad de negocios turbios que habría en este distrito: mercado negro, prostitución sin control, venta de drogas, asesinatos, quién sabe; incluso creo haber escuchado alguna vez que, si te secuestraban y acababas en este sitio, ya nunca jamás saldrías de aquí, de tan mal que están las cosas.


-... y mientras yo buscaba algo que todavía pudiera rescatar, ya fueran bebidas, aparatos o muebles, descubro que una niña de piel morena estaba allí durmiendo entre los escombros y casi muerta de frío, arropada con solamente harapos y periódicos atrasados.


-Medianoche...


-Sí, exactamente. A la mañana siguiente, regresé para seguir con la tarea, pero ella ya no estaba... quizá se asustó creyendo que yo era un malhechor que merodeaba por allí. Unos años después, volvió con otras dos amigas, y ocurrió lo mismo. Pero les propuse un trato: si querían quedarse allí a vivir, tenían que dar algo a cambio; no era necesario que fuera dinero. ¿Y sabes cuál fue su respuesta?


-No lo sé, ¿una vida mejor?


-Querían venganza. Eso fue todo lo que me dijeron.


-Vaya...


Charlie se acerca a mí para decirme algo en voz baja.


-Esas chicas han tenido una vida difícil, Tommy. Si quieres un consejo, no se te ocurra preguntarles nada al respecto hasta que ellas ya tengan suficiente confianza en ti.


-Desde luego.


Quién me iba a decir que este hombre y yo fuimos una vez vecinos... pero me preocupan más las chicas. A saber qué hay detrás de esas caras desconfiadas, y qué misterios esconden.

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