Episodio 4: El Despertar sin Vocación
Aquella noche, el silencio del templo se rompió con el sigiloso arrastrar de pies y murmullos en la oscuridad. Yo descansaba en una amplia recámara comunal, donde varios monjes dormían profundamente en sus futones. De repente, un fuerte estruendo nos sacudió a todos. Gemidos y murmullos llenaron la habitación mientras los monjes se incorporaban, desorientados.
Corrí al pasillo y vi sombras moviéndose con rapidez. Un grupo de ladrones había irrumpido en el templo, aparentemente buscando un objeto misterioso que se encontraba en el altar. En medio del caos, mi mirada se cruzó con el monje que me había acogido al llegar; estaba en grave peligro, atrapado en la confusión de la pelea.
Sin pensarlo dos veces, mi instinto me impulsó a ayudarlo. No lo hice con la intención de convertirme en un héroe; al contrario, jamás había deseado ese papel. Simplemente, no podía permitir que dañaran a alguien que, sin pedir nada a cambio, me había mostrado compasión en este extraño mundo.
Mientras corría, una extraña energía comenzó a acumularse en mi interior, como una respuesta visceral a mi instinto de protegerlo. Cuando vi a un ladrón abalanzarse sobre el monje, extendí mi brazo y, en ese instante, una barrera de luz emergió a mi alrededor, bloqueando el ataque como si un escudo invisible se hubiese formado para protegerlo.
El ladrón retrocedió sorprendido. Pero eso no fue todo. Al lanzarme al combate para defender al monje, mis movimientos se volvieron más ágiles y precisos, impulsados por una fuerza nueva que parecía despertar dentro de mí. Esa energía me permitió repeler a los asaltantes, uno a uno.
Tras el repentino caos, un silencio pesado se instaló de nuevo en el templo. Los ladrones, al ver que sus esfuerzos eran inútiles contra mi inesperada defensa, huyeron despavoridos hacia la oscuridad de la noche.
El monje, aún tembloroso, se acercó y me miró con una mezcla de asombro y gratitud. Sin palabras, sus ojos decían todo.
Yo, aún con la adrenalina corriendo por mis venas y aturdido por lo sucedido, comprendí que algo fundamental en mí había cambiado. Aunque la situación me había forzado a actuar, no sentí ningún impulso heroico; mi única preocupación era la seguridad del monje.
Mi vida, hasta entonces común y un tanto caótica, había tomado un rumbo completamente inesperado. Y, aunque mi nueva habilidad me protegía, no deseaba ser el héroe de una epopeya; mi única preocupación era recuperar mi paz, aunque el destino pareciera empujarme en otra dirección.
No sabía exactamente qué significaba todo esto, pero una cosa era segura: mi viaje en este extraño mundo acababa de tomar un rumbo que jamás hubiera imaginado, sin que yo lo hubiera pedido.
A la mañana siguiente, mientras desayunábamos en silencio, sentí la mirada de 勝郎先生 sobre mí. Era una mirada diferente, más intensa de lo habitual. No había reproche, solo una profunda contemplación.
Después de la comida, me llamó a su jardín. Sin decir una palabra sobre el incidente de la noche anterior, simplemente señaló un pequeño brote que emergía de la tierra.
—Incluso la semilla más pequeña —dijo con voz suave— tiene el potencial de crecer fuerte y dar sombra a muchos.
No necesité más explicaciones.
mbo que jamás hubiera imaginado, sin que yo lo hubiera pedido.