Episodio 18: La Base de Todo Sabor
El aire dentro del almacén principal de 「千住商店」 (Almacenes Senju) era una mezcla densa de polvo fino que bailaba en los haces de luz, el olor seco y terroso del grano almacenado, y la fragancia antigua de la madera vieja. Ya habían pasado unos días desde aquel desayuno memorable y un tanto caótico, y la rutina había comenzado a asentarse, aunque con matices nuevos y extraños flotando bajo la superficie.
—¡Uf!... Uno más —jadeé, dejando caer con un golpe sordo [ドスン] un pesado saco de arroz integral junto a la pila que estábamos formando Kenji y yo. Mis músculos, aún no del todo acostumbrados a este tipo de esfuerzo físico constante, protestaban con una quemazón sorda.
Kenji, a mi lado, levantó otro saco con su habitual fuerza tranquila. Pero justo cuando yo me preparaba para agarrar el siguiente, él se interpuso, tomó el saco que me correspondía y lo alzó él solo hacia la pila. Me miró brevemente, su expresión casi indescifrable, pero había algo más que su reserva habitual.
—Descansa un momento —murmuró, su voz grave y directa—. Te ves... pálido. Esa comida tuya... el picante... ¿no te afecta después?
La pregunta me tomó por sorpresa. Era lo más que Kenji me había dicho de corrido desde que llegué. —¿El picante? No, estoy bien. Es solo el trabajo, necesito acostumbrarme —respondí, un poco desconcertado pero también agradecido por su inesperada (y algo torpe) consideración—. Gracias, Kenji-san.
Él solo asintió, volviendo a su tarea, pero esa pequeña interacción confirmó lo que sospechaba: mi demostración de resistencia al "fuego" culinario había cambiado algo en su percepción. Quizás no entendía, pero parecía haber un nuevo nivel de respeto, o al menos, de intensa curiosidad.
Mientras continuábamos trabajando, mi mente era un hervidero. El número vibraba en mi conciencia: 49,000 Puntos de Satisfacción. Recordaba las caras de Senju, Yuki y Kenji. El éxito de los Huevos y, sobre todo, del Agua de Jamaica, contrastaba fuertemente con la reacción a la Horchata con Kanna y el shock del picante.
«Necesito encontrar un equilibrio», pensaba mientras ajustaba una caja pesada en el estante superior. «Satisfacción genuina... esa es la clave para los PdS. Pero ¿cómo lograrla sin perder la esencia de mi comida? ¿Tropicalizar o ser auténtico?...»
Justo entonces, la puerta que comunicaba con la tienda se abrió, dejando entrar un rectángulo de luz más brillante y la figura sonriente de Yuki-san. Llevaba una jarra de cerámica que desprendía un ligero vaho frío y un par de tazas.
—Un pequeño descanso, trabajadores —dijo con su habitual tono melodioso—. Hace calor y están sudando mucho. Les traje algo refrescante que preparé.
Dejamos las cajas y bajamos. Yuki sirvió un líquido de un vibrante color rojo oscuro en las tazas. Reconocí el aroma al instante. Era su versión del Agua de Jamaica. La probé con entusiasmo.
—¡Está increíble, Yuki-san! ¡Qué iniciativa la tuya! Reconocerla, ir a recogerlas, secarlas... ¡Muchas gracias! —dije con genuina admiración—. Y el sabor es... ¡perfecto! De hecho, creo que... el dulzor está incluso mejor equilibrado que el mío. El mío quizás quedó un poquito demasiado dulce. ¡Esta está en su punto exacto! ¡Felicidades, Yuki-san, superaste al maestro a la primera! —añadí con una sonrisa sincera y un poco de autocrítica humorística.
Los ojos de Yuki se abrieron con sorpresa y luego brillaron de pura alegría ante el elogio. Se llevó una mano a la mejilla, sonrojada pero radiante. —¡Oh, no digas eso, Takechi-kun! ¡Seguro fue suerte! ¡Pero me alegra muchísimo que te guste tanto!
Justo en ese instante, una notificación mental diferente a las habituales parpadeó en mi visión interior. No era el familiar resplandor azul de los PdS, sino un destello dorado, casi como el reflejo del sol en una moneda antigua. El sonido asociado no fue un ¡Picon!, sino un suave y resonante tintineo, como el de una pequeña campana de viento [チリン♪].
+1 Quetzal
[Reconocimiento: Resonancia Cultural Exitosa]
Parpadeé, confundido. «¿Quetzal? ¿Qué es eso?» Revisé mentalmente el tutorial que había estudiado. Créditos de Recuerdo, Puntos de Satisfacción, Almacén, Mapa, Recetas... No había ni rastro de esta nueva unidad. «¿Resonancia Cultural Exitosa? ¿Se refiere a que Yuki logró hacer bien el agua de Jamaica? ¿Es... una recompensa por compartir mi cultura... y que funcione?» La idea era intrigante y desconcertante. ¿Qué valor tendría este "Quetzal"? ¿Para qué serviría? Por ahora, era un completo misterio. Hice una nota mental para investigar más a fondo la interfaz más tarde, buscando alguna sección oculta o información adicional.
Kenji, mientras tanto, ya había vaciado su taza con un claro gesto de aprobación, ajeno a mis epifanías sistémicas. Yuki seguía radiante por el éxito de su bebida y la validación de su esfuerzo.
—Bueno, quería sorprenderlos. Tu comida es muy... interesante, Takechi-kun. Diferente. Me da mucha curiosidad saber más sobre los sabores de tu hogar —continuó Yuki, sacándome de mis cavilaciones sobre el Quetzal.
—Bueno, Yuki-san... hay muchísimo más —respondí, sintiendo un ligero orgullo—. Mi tierra tiene sabores para todos los gustos. Lo del otro día fue solo... una pequeña prueba.
«Una prueba incompleta», añadió mi voz interior. «Porque faltaba lo más importante. La base...»
Cuando finalmente Senju-san nos indicó que podíamos tomar un descanso para el almuerzo, me senté sobre un saco de grano, agotado pero con una nueva y clara determinación. Ignoré el cansancio y accedí mentalmente a la interfaz de "La Despensa del Recuerdo", visualizando la sección de "Recetas". El misterioso Quetzal tendría que esperar; ahora tenía una misión clara.
«Ya está», pensé con firmeza. «Tengo cuarenta y nueve mil Puntos de Satisfacción. Es hora. Se acabó esperar. Hoy mismo... hoy desbloqueo las tortillas. Necesito la base. Es hora de empezar a cocinar de verdad.»
La decisión estaba tomada. El primer paso real en mi camino como Cocinero Mexicano en este mundo estaba a punto de darse.
El sol de la tarde descendía lentamente, tiñendo de naranja las motas de polvo que flotaban en el aire del almacén. La tarea de inventariar cerámicas y herramientas continuaba. Kenji se movía con su eficiencia habitual, pero yo... yo estaba en dos lugares a la vez. Mientras mis manos envolvían con cuidado una delicada tetera de porcelana en tela protectora, mi mente navegaba por la interfaz azulada de "La Despensa del Recuerdo".
«Veinticinco mil PdS...», repasaba mentalmente, visualizando la entrada de la receta de las tortillas. «Es casi la mitad de lo que tengo, pero es necesario. La habilidad Nv. 1 viene incluida... eso es bueno.» Mi mirada se perdió por un instante en el patrón de la cerámica que sostenía, pero mi visión interior estaba enfocada en los requisitos de la receta. «Necesito la harina... Harina de Maíz Nixtamalizado (Básica), coste 50 Créditos/kg. Tengo 4 Créditos... necesitaré convertir unos 5 cobres para medio kilo... sí, eso es factible.»
—Takechi-kun, ¿esa caja va al estante superior izquierdo? —la voz grave de Kenji me sacó de mi ensimismamiento.
—¡Ah! Sí, sí, perdón —respondí, parpadeando y volviendo a la realidad. Casi coloco la caja en el lugar equivocado—. Estaba... pensando en la lista de inventario.
Kenji me lanzó una mirada rápida, sin decir nada, pero noté un ligero fruncimiento en su ceño. Probablemente mi distracción era más obvia de lo que creía. Volví a concentrarme en la tarea física, pero a los pocos minutos, mi mente volvía a la interfaz.
«Y luego está el equipo... Comal y Prensa. La habilidad me da la idea, pero no las herramientas. ¿Cómo son aquí? ¿Existen? Si no, tendré que fabricarlas... Herrero... ¿Cuánto costará eso?» La preocupación por el coste de las herramientas empezó a filtrarse, compitiendo con la emoción del desbloqueo inminente.
Continuamos trabajando así, en un ritmo donde mi cuerpo seguía las mociones mientras mi mente planeaba, calculaba y se preocupaba. Cuando Senju-san finalmente anunció el final de la jornada, agradeciendo nuestra ayuda y notando que habíamos terminado un poco antes, sentí una mezcla de alivio y ansiedad. El momento se acercaba.
La cena esa noche transcurrió en el comedor habitual. El aroma del estofado sencillo que Yuki había preparado llenaba el aire, mezclado con el del arroz blanco humeante y unos vegetales encurtidos. Normalmente, disfrutaría de la comida caliente después de un día de trabajo físico, charlando trivialidades con Senju-san o simplemente escuchando el silencio cómodo. Pero hoy, mi mente era una olla a presión de planes y problemas.
Tomé un bocado de estofado, pero apenas registré el sabor. Mi atención estaba fija en un punto invisible sobre la mesa. «Veinticinco mil PdS por la receta. Luego los 25 Créditos por la harina. Eso me deja con 24,000 PdS y 4 Créditos... más mis 16 platas y 3 cobres. ¿Será suficiente para el herrero? Imposible saberlo sin preguntar. Necesito ir mañana. ¿Y si es carísimo? ¿Cómo consigo el dinero?...»
—¿Takechi-kun? —la voz suave de Yuki me sobresaltó. Tenía una expresión de leve preocupación—. ¿No tienes hambre? Apenas has tocado tu comida.
Levanté la vista, sintiéndome descubierto. —¡Oh! No, no, está delicioso, Yuki-san. Solo... estaba pensando. Cansado, supongo.
Forcé una sonrisa y tomé otro bocado, tratando de parecer más presente. Pero era difícil. Mi mente volvía una y otra vez al comal, a la prensa, al coste desconocido, a la necesidad de hacer esas tortillas.
Senju-san comía tranquilamente, aunque noté que me lanzaba miradas ocasionales, analíticas, por encima de su cuenco de arroz. No dijo nada, pero sentí su escrutinio silencioso. Kenji, como siempre, comía con eficiencia, pero incluso él pareció notar mi falta de conversación, levantando la vista hacia mí una o dos veces con curiosidad.
El resto de la cena pasó en una neblina para mí. Respondí a alguna pregunta directa de Senju-san sobre el inventario con monosílabos, casi se me cae el cuenco al intentar servirme más arroz, y creo que puse cara de confusión cuando Yuki me ofreció más estofado. Era un desastre.
Cuando finalmente terminamos y empezamos a recoger los platos, me excusé rápidamente y subí las escaleras hacia mi habitación casi a la carrera. La necesidad de estar solo, de acceder a la interfaz y dar el siguiente paso, era abrumadora.
Cerré la puerta corrediza de mi habitación con un suave susurro [スッ], apoyándome un instante contra la madera fresca. El silencio del pequeño cuarto me envolvió, un bienvenido contraste con el torbellino de pensamientos y la tensión social de la cena. Exhalé lentamente, sintiendo cómo parte de la ansiedad del día se disipaba con el aire. Miré la cama de estilo occidental que aún me parecía un lujo inesperado en este mundo y me dejé caer sobre el borde del colchón mullido. Ahora sí. Era el momento.
Cerré los ojos, calmando mi respiración, y llamé a la interfaz mental. La luz azulada familiar floreció en la oscuridad de mis párpados, estable y esperando mis órdenes.
«Vamos allá.»
Con determinación, navegué directamente a la sección de "Recetas". Deslicé la lista hasta encontrarla: [Tortillas de Maíz - Receta Base]. Enfoqué mi atención en ella, repasando los requisitos y el coste que ya había memorizado durante la tarde.
Coste de Desbloqueo (Receta + Habilidad Nv. 1): 25,000 PdS
[¿Desbloquear Ahora?]
Era una inversión considerable, pero fundamental. Sin más dilación, activé la opción [Sí, Desbloquear Ahora].
La interfaz parpadeó. Mi contador de Puntos de Satisfacción descendió visiblemente en mi visión mental: 49,000... 35,000... 24,000 PdS. El número final se asentó, dejando una sensación de haber gastado algo valioso, pero ganado algo aún más importante.
Inmediatamente, la notificación brillante y silenciosa apareció:
¡Receta Desbloqueada!
[Tortillas de Maíz - Receta Base] ¡Ahora disponible en tu Códice de Recetas!
¡Habilidad Adquirida!
[Técnica de Amasado y Cocción de Tortillas Nv. 1]
Conocimiento básico sobre la preparación de la masa (hidratación, amasado), formado de discos (palmeado manual) y cocción en comal/superficie caliente (temperatura, tiempos). La maestría requiere práctica.
Y de nuevo, esa sutil pero inconfundible expansión en mi mente. La teoría fluyendo: la sensación pegajosa pero manejable de la masa de maíz al añadir agua poco a poco, el movimiento casi instintivo de las manos ahuecadas para palmear y formar el disco, la imagen clara de la tortilla sobre una superficie oscura y caliente, inflándose ligeramente [プスッ] antes de tostarse en puntos... El cómo estaba ahí, claro y preciso. Solo faltaba el hacer.
«Bien. Paso uno completado.» Ahora, el ingrediente.
Fui al "Catálogo" y busqué la [Harina de Maíz Nixtamalizado (Básica)]. Coste: 50 Créditos/kg. Necesitaba medio kilo (25 Créditos). Mi saldo actual: 4 Créditos. Insuficiente.
Me concentré en la bolsa de tela que llevaba atada a la cintura, donde guardaba mi dinero físico: 16 platas y 8 cobres. Seleccioné la función "Depositar Moneda". Enfoqué mi intención en 5 de las monedas de cobre.
«Convertir 5 cobres en Créditos.»
Un suave ¡ding! [チーン♪] resonó en mi mente.
Conversión Exitosa: +25 Créditos de Recuerdo.
Saldo de Créditos: 29.
(Monedas físicas restantes: 16 platas, 3 cobres)
Perfecto. Volví al catálogo, seleccioné 0.5 kg de la harina y pulsé "Adquirir".
Compra Confirmada:
Harina de Maíz Nixtamalizado (Básica) - 0.5 kg
Coste: 25 Créditos de Recuerdo.
Créditos Restantes: 4.
Ingrediente añadido a tu Almacén.
Un vistazo rápido al icono de la bolsa de harina en mi "Almacén" virtual me llenó de satisfacción. ¡Ya tenía la materia prima! Estaba listo para...
...para darme cuenta del siguiente obstáculo.
Al repasar mentalmente el proceso de cocción que la habilidad Nv. 1 me había enseñado, la imagen era insistente: la masa aplanada necesitaba cocinarse sobre una superficie específica. Plana, capaz de calentarse mucho y de manera uniforme sobre el fuego. Un Comal. Y para aplanar la masa de forma rápida y consistente, lo ideal era una Prensa. Dos herramientas cruciales.
Revisé frenéticamente el "Catálogo" de la Despensa. Nada. Solo ingredientes, materias primas. No había herramientas de cocina, ni básicas ni avanzadas. El sistema me daba el conocimiento y los ingredientes base de mi mundo, pero esperaba que usara las herramientas de este mundo.
Y yo no tenía ni comal ni prensa.
La euforia del desbloqueo y la compra se desinfló como una tortilla mal cocida. Me levanté de la cama y empecé a caminar de un lado a otro de la pequeña habitación, sintiendo una creciente frustración. Tenía la receta, la habilidad básica, la harina... pero sin las herramientas adecuadas, mis intentos probablemente serían un desastre. ¿Cómo iba a conseguir un comal y una prensa aquí? ¿Existían siquiera? ¿Tendría que describírselos a alguien? ¿Fabricarlos?
La solución no estaba en la interfaz mágica. Estaba ahí fuera, en el mundo real, y probablemente costaría dinero. Mucho dinero, sospechaba. Dinero que no tenía.
Suspiré, pasándome una mano por el pelo. Un paso adelante con el sistema, un nuevo muro de ladrillos en la realidad. El camino del Cocinero Mexicano no iba a ser tan sencillo como solo desbloquear recetas. Me dejé caer de nuevo en la cama, mirando al techo, sintiéndome más estancado que nunca. ¿Y ahora qué?