Episodio 15: Entendiendo el Poder y... ¿Yuki-san?
Apenas había procesado la mezcla de alivio y satisfacción por haber completado el primer mandado, cuando Yuki-san me indicó que la siguiera escaleras arriba. Asentí, aún un poco aturdido por el día, y comencé a subir tras ella por la estrecha y crujiente escalera de madera que llevaba al segundo piso de Almacenes Senju. Cada peldaño, desgastado y liso por años de uso, gemía suavemente bajo mis pies, y un ligero olor a polvo y madera vieja flotaba en el aire confinado.
La luz vacilante de una lámpara de aceite en el descanso de la escalera creaba sombras más profundas y danzantes en las paredes. Un tenue aroma a aceite quemado se mezclaba con el olor a madera. Yuki-san subía con una agilidad eficiente, acostumbrada seguramente a estos escalones. Observaba su espalda, la forma diligente en que se movía... hasta que mi mirada, casi con voluntad propia, se desvió por una fracción de segundo. Se detuvo justo ahí, en el borde donde la tela oscura de su falda se encontraba con la piel pálida de su pierna al tomar el siguiente peldaño. Un contraste fugaz de sombra y luz, movimiento y forma.
Fue una fijación completamente involuntaria, un desliz momentáneo de la atención. Sin embargo, fue suficiente. Sentí un calor absurdo subirme por el cuello hasta las orejas [カッ], y mi pulso [ドキドキ] pareció tropezar, golpeando erráticamente contra mis costillas. Tragué saliva con dificultad, el sonido pareciendo demasiado fuerte en el silencio, apartando la vista bruscamente hacia la pared de madera veteada, sintiéndome como un completo idiota.
Justo en ese instante, casi imperceptiblemente, vi por el rabillo del ojo cómo la mano de Yuki-san descendía brevemente hacia el borde de su falda, sus dedos rozando distraídamente la piel justo donde mi mirada se había posado un segundo antes, como si espantara un picor inexistente. ¿Había sido una coincidencia? ¿O...? El pensamiento hizo que el calor en mis orejas se intensificara.
«¡Concéntrate, imbécil!», me regañé mentalmente, la voz interna sonando irritada y avergonzada. «Es solo el movimiento al subir... ¡Deja de reaccionar como un maldito escolar de secundaria hormonal! ¡Un poco de dignidad, por favor!». La lucha era real: mi mente consciente reprendiendo la reacción casi instintiva y visual de este cuerpo que habitaba. Era... desconcertante y profundamente embarazoso.
Afortunadamente, llegamos al piso superior sin que mi torpeza se manifestara verbalmente. Yuki-san se detuvo frente a una puerta corrediza de papel y madera oscura.
—Puedes instalarte aquí —dijo con su sonrisa amable de siempre, abriendo la puerta con un suave susurro sobre sus rieles—. El baño está al final del pasillo. Descansa bien.
El aire de la habitación, con un ligero aroma a tatami limpio y madera cerrada, salió a recibirme.
—M-Muchas gracias, Yuki-san —tartamudeé, haciendo un esfuerzo consciente por mantener la mirada en su rostro y no en mis propios zapatos, aunque el bochorno persistía como un rescoldo caliente en mis mejillas.
Ella asintió, sin dar señales de haber notado mi fugaz incomodidad (o siendo extremadamente discreta al respecto), y cerró la puerta con delicadeza tras retirarse.
Solté el aire que no sabía que estaba conteniendo en un largo suspiro y me apoyé un instante contra el fresco y sólido marco de la puerta cerrada. El silencio casi absoluto de la habitación era un bálsamo. Entré, observando el espacio... y mis ojos se abrieron un poco más. En lugar del esperado futón en el suelo, había una estructura elevada de madera con un colchón grueso encima. Una cama. Una cama de verdad, al estilo occidental.
Parpadeé, confundido.
—¿Una cama? ¿Aquí? Pensé que... bueno, asumí que todo sería al estilo japonés tradicional, como en el templo o la posada... —murmuré para mí mismo, pasando una mano por la colcha de tejido simple pero limpio. Una pequeña sonrisa irónica se dibujó en mis labios—. Vaya, Takechi... sigues intentando aplicar las reglas de un lugar a otro. Primero la magia, ahora las camas... Este mundo no deja de darme sorpresas y de demostrarme que mis suposiciones no valen nada. Quizás... quizás debería dejar de sobre pensar tanto, de intentar encajar todo en las cajitas que conozco. Tratar de fluir más... sí, eso suena... agotador, pero necesario.
Me acerqué a la cama y presioné el colchón con la mano. Se sentía firme pero profundamente mullido, cediendo bajo mi peso con una promesa de descanso real. Definitivamente mucho más cómodo que el suelo duro. Quizás esta noche podría descansar de verdad.
Dejé los paquetes con mis "tesoros" –la corteza de Kanna y la bolsita de harina de arroz– sobre una pequeña mesa cercana. El cansancio del día me golpeaba con fuerza, pero la visión de Quetzalcóatl y la misteriosa "Despensa del Recuerdo" seguían vibrando en mi mente. Saqué con cuidado el incensario de ébano. Su superficie lisa y fría era un contraste con el torbellino de pensamientos en mi cabeza.
—¿Qué hacemos contigo ahora, eh? —le susurré al objeto—. Cinco créditos por esa agua de arroz terrible... Necesitamos entender cómo funciona esto mejor.
Me senté en el borde de la cama (¡la cama!), sosteniendo el incensario. Cerré los ojos, concentrándome, intentando recordar la sensación, la conexión... "Despensa del Recuerdo, muéstrate".
La suave luz azulada volvió a llenar mi campo de visión, incluso con los ojos cerrados. Al abrirlos, la interfaz flotaba frente a mí, estable y silenciosa. Era hora de analizarla con más calma.
El título seguía ahí: «La Despensa del Recuerdo». Mi contador marcaba "Créditos de Recuerdo: 5". Pulsé mentalmente sobre el número, y la nota flotante apareció: "+5 Créditos - Preparación: Agua de Arroz (Básica)".
Mi mirada bajó al catálogo principal: Maíz, Frijol, Chile... ilustraciones detalladas y los botones "Buscar" y "Adquirir (Coste: ?)". Debajo, la pestaña "Creaciones" mostraba mi único y fallido intento:
•Agua de Arroz (Básica) - Calidad: ☆☆☆☆☆ (0/5 Estrellas) - Notas: Intento fallido...
La pestaña "Recetas" seguía llena de nombres tentadores pero bloqueados ("Tortillas de Maíz", "Salsa Roja Asada"...) con el mensaje: "[Bloqueado] Requiere: Ingrediente(s) Clave, Habilidad(es) Específica(s), Puntos de Satisfacción acumulados (0/X)".
Busqué el menú [principal de la interfaz] y seleccioné el signo de interrogación. ¡Bingo! La pantalla cambió a una interfaz de ayuda claramente etiquetada como "Tutorial: Guía del Cocinero Mexicano".
El tutorial era interactivo, con pequeñas animaciones y tooltips explicativos que se desplegaban al enfocar cada punto:
Adquisición de Suministros: Se detallaban las tres formas principales:
•Vía Créditos de Recuerdo: Una animación mostró cómo al presionar el botón "Adquirir" junto a un ingrediente del catálogo (usando el Maíz como ejemplo), el contador de Créditos disminuía. El texto explicaba: "Gana Créditos cocinando platillos de tu mundo original o desbloquea productos. La calidad influye, ¡pero el intento también cuenta!". (Se mencionó un costo ejemplo para contextualizar, aunque los costos reales se verían en el catálogo principal).
•Vía Moneda Local: Un nuevo icono apareció brevemente en la interfaz principal simulada: una ranura brillante con la etiqueta "Depositar Moneda". La explicación decía: "Puedes convertir la moneda local de este mundo (Cobre, Plata, Oro) directamente en Créditos de Recuerdo. ¡Una forma rápida de empezar si tienes fondos!". Se especificaban las tasas de conversión que habíamos calculado: 1 Cobre = 5 Créditos; 1 Plata = 500 Créditos; 1 Oro = 50,000 Créditos.
•Almacenamiento Físico: El tutorial me dirigió a la sección "Almacén" en el menú. "Puedes almacenar ingredientes que encuentres físicamente en este mundo para usarlos en tus recetas o simplemente tenerlos a mano virtualmente. Normalmente, basta con tocar el ingrediente o activarlo mentalmente mientras lo sostienes para guardarlo en el Almacén." Mostraba una cuadrícula de almacenamiento virtual, como un inventario de juego, indicando una capacidad limitada inicial. "¡La Kanna y la Harina de Arroz que compraste hoy pueden ser almacenadas aquí!". Nota: Para almacenar objetos físicos excepcionalmente grandes (más de 1 tonelada aprox.), se requiere contacto directo con el Incensario.
Búsqueda de Ingredientes - El Mapa:
•Me guio a la sección "Mapa". "El mapa muestra mi ubicación actual y puede detectar ingredientes en un radio de 20 kilómetros. Usa los filtros para buscar tipos específicos (plantas, mercados, etc.)." Un mapa esquemático centrado en mi posición actual (Almacenes Senju).
Portabilidad y Conexión:
•Interfaz Retiniana/Mental: En la sección "Configuración" del menú principal, encontré la opción "Activar Visualización Mental". "Puedes proyectar y controlar la interfaz directamente en tu visión/mente sin necesidad de la ventana física flotante, para mayor discreción." La activé para probarla: la ventana azul desapareció, pero podía 'verla' y navegarla en mi mente al concentrarme.
•Acceso Mental Estándar: "Una vez activado el sistema por primera vez con el Copal, el acceso mental a la interfaz es tu método principal de interacción. Puedes consultar el catálogo, revisar el almacén, usar el mapa, depositar moneda, comprar y materializar ingredientes sin necesidad de portar físicamente el Incensario contigo."
•Funciones que Requieren el Incensario Físico: "El Incensario sigue siendo el ancla metafísica de tu poder y es físicamente indispensable solo para dos acciones: 1) Activar el sistema por primera vez. 2) Almacenar ítems físicos de volumen o masa excepcionalmente grandes (superiores a 1 tonelada aprox.)."
•Localización y Vínculo: "La ubicación del Incensario siempre será visible en tu Mapa. Si el Incensario es alejado de ti, una flecha direccional aparecerá en tu visión mental indicando su posición general. Aunque no lo necesites para la mayoría de las acciones, sigue vinculado a ti."
Recetas y Puntos de Satisfacción (PdS):
•Ingredientes Adquiribles vs. Bloqueados: "Puedes 'Adquirir' materias primas (Maíz, Chile crudo, etc.) y algunos productos básicos procesados esenciales (como azúcar, sal específica, extracto de vainilla) usando Créditos. Sin embargo, recetas completas o platillos complejos ya elaborados (Tortillas hechas, Salsas preparadas, Guisos) no pueden comprarse directamente al principio y deben desbloquearse a través de la sección 'Recetas'."
•Desbloqueo de Recetas: "Para desbloquear nuevas recetas (como 'Tortillas de Maíz') y mejorar la calidad de tus creaciones (subir estrellas en 'Creaciones'), necesitas acumular Puntos de Satisfacción (PdS)." Apareció un nuevo contador en mi interfaz mental, junto a los Créditos: "Puntos de Satisfacción: 0".
•Ganar PdS: "Los PdS se obtienen ÚNICAMENTE cuando cualquier persona (incluyéndote a ti mismo) prueba tus creaciones culinarias. La cantidad de PdS otorgada depende de la satisfacción genuina del comensal con el sabor y la calidad del platillo. 1000 PdS por estrella ganada en un platillo; cuando el plato llegue a la perfección se mostrará como S y tendrá un bono adicional desbloqueando una habilidad (sistema de habilidades no disponible por el momento). ¡Comparte tus sabores para progresar como Cocinero Mexicano!"
Terminé el tutorial sintiéndome abrumado por la cantidad de información, pero también con una comprensión mucho más clara de las reglas. Ahorrar créditos cocinando cosas simples, usar mi dinero para acelerar la compra de ingredientes clave como el maíz, o buscar ingredientes locales con el mapa. Pero para las recetas buenas, necesitaba PdS. Necesitaba que alguien probara mi comida.
El cansancio seguía ahí, pero mi mente bullía. Miré la Kanna y la Harina de Arroz. Quizás... ¿podría intentar algo simple para el desayuno? Algo para agradecer la hospitalidad, y de paso, ¿ganar algún crédito o PdS si lo probaba yo mismo?
Ahora tenía acceso a la Despensa, a sus ingredientes de mi mundo… pero ¿cómo usarla bien? Quería agradecerles la hospitalidad con un desayuno, algo de mi tierra... pero ¿qué podía hacer? No tenía ni idea de qué ingredientes habría en la cocina de abajo. Quizás raíces extrañas, pan duro, carne seca... lo típico que uno se imagina en estos mundos. Mi "Despensa del Recuerdo" me daba acceso a ingredientes de mi mundo, pero sería estúpido comprar algo a ciegas.
«Bueno, Takechi, a la mexicana: primero ves qué hay, y luego inventas algo con eso», pensé con una sonrisa irónica. Dejé el incensario de ébano sobre la mesita; recordaba claramente del tutorial que, una vez activado el sistema, podía acceder a la interfaz mentalmente sin necesidad de llevarlo encima para la mayoría de las funciones como consultar o comprar. Servía de ancla, y seguro que tendría usos más avanzados después (¿con diferentes tipos de incienso, quizás?), pero por ahora, no necesitaba cargarlo para esto. Solo necesitaba bajar y ver.
Con cuidado de no hacer ruido sobre las viejas tablas del suelo, bajé las escaleras. La casa estaba sumida en un silencio profundo, solo roto por el suave y constante crepitar de las brasas lejanas en el hogar principal, un sonido casi hipnótico en la quietud. Me dirigí a tientas hacia donde suponía estaba la cocina, guiado por el ya familiar olor a humo y madera que flotaba débilmente en el aire fresco de la madrugada.
Empujé con delicadeza una puerta corrediza y me deslicé dentro. La cocina estaba apenas iluminada por la luz grisácea del amanecer que se filtraba por una pequeña ventana alta. Sombras largas lo cubrían casi todo. El aire olía a ceniza fría y a algo vagamente terroso, quizás vegetales guardados. Mis ojos tardaron un segundo en ajustarse a la penumbra. Vi la silueta del fogón de leña, estantes oscuros contra la pared, bultos que debían ser sacos...
Empecé a moverme con sigilo, explorando con las manos más que con la vista. Pasé junto a unos estantes bajos y mi pie rozó algo metálico en el suelo. ¡Un caldero! Se tambaleó peligrosamente, amenazando con caer con un estrépito que despertaría a toda la casa. Mi corazón dio un vuelco. Me lancé y lo sujeté en el último instante, el metal frío una sorpresa contra mi piel. Contuve la respiración, escuchando... Nada. Solo el latido acelerado en mis oídos. «¡Idiota, más cuidado!», me reprendí en silencio.
Respirando hondo para calmarme, continué mi inspección, ahora con extrema precaución. En una encimera robusta de madera encontré una jarra que olía débilmente a aceite y un cuenco con sal gruesa. ¡Bien, básicos! Luego, abrí un armario bajo de madera que chirrió levemente. Dentro, en la oscuridad, palpé algo redondeado y liso... ¡Huevos! Una cesta llena. Y junto a ella, una jarra de cerámica pesada y fría al tacto. La destapé con cuidado: ¡Leche!
Una sonrisa se dibujó en mi rostro en la penumbra. «Huevos, leche, aceite, sal... ¡Perfecto! Ya sé qué hacer.» La idea tomó forma definitiva, impulsada por los ingredientes encontrados: Huevos a la mexicana (mi versión improvisada, claro) y las Aguas Frescas que había pensado antes: Agua de Jamaica y Agua de Horchata (usando mi Harina de Arroz y Kanna).
Ahora sí, necesitaba los ingredientes clave de mi tierra. Me detuve un instante, cerré los ojos y me concentré, accediendo a la "Despensa del Recuerdo" directamente en mi mente. La interfaz azulada apareció en mi visión interior, familiar y clara.
Volví al Catálogo principal de la Despensa. Ahora sabía exactamente qué comprar:
•Jitomate (1kg): 30 Créditos. (Necesitaría 0.5kg -> 15 Créditos).
•Cebolla Blanca (1kg): 25 Créditos. (Necesitaría 0.5kg -> 13 Créditos).
•Chile Serrano (1kg): 50 Créditos. (Necesitaría 250gr -> 13 Créditos).
•Jamaica (Flor Seca, 1kg): 300 Créditos. (Necesitaría 100gr -> 30 Créditos).
•Azúcar (Refinada, 1kg): 20 Créditos. (Necesitaría 0.5kg -> 10 Créditos).
•Vainilla (Extracto, frasco ≈ 250ml): Coste: 300 Créditos
Revisé también Cilantro, Aguacate, frijoles, queso fresco. Aparecían listados, pero con un icono de candado y el mensaje: "[Bloqueado - Requiere Nivel de Cocinero / PdS]". Así que, por ahora, nada de acompañamientos. Me ceñiría a lo esencial.
Hice la suma de lo que sí podía y necesitaba comprar: 15 + 13 + 13 + 30 + 10 + 300 = 381 Créditos. Revisé mi contador: solo tenía 5. Necesitaba una buena inyección de créditos.
Busqué el icono de "Depositar Moneda". Saqué mis ganancias: 16 monedas de plata y 84 monedas de cobre. Necesitaba 376 Créditos (381 total - 5 iniciales). Usando la tasa (1 Cobre = 5 Créditos), calculé que necesitaba depositar al menos 76 cobres (76 * 5 = 380 Créditos). Tenía cobre suficiente (84). Deposité mentalmente 76 monedas de cobre de mi bolsa física. El ding familiar sonó y el contador subió: 5 (iniciales) + 380 (depósito) = Créditos de Recuerdo: 385. ¡Listo! Aún me quedaban 16 platas y 8 cobres físicos.
Ahora sí, con 385 créditos. Compré las cantidades necesarias de Jitomate, Cebolla, Chile Serrano, Jamaica, Azúcar y el carísimo frasco de Vainilla, por un total de 381 Créditos. Confirmé la compra. La interfaz mostró la transacción y mi contador final: Créditos de Recuerdo: 4. Los iconos de todos los ingredientes comprados aparecieron brillantes en mi "Almacén" virtual.
«Listo», pensé, sintiendo una punzada de satisfacción. «Ahora, a traerlos aquí.»
Miré la encimera de madera. Tomé una respiración profunda, concentrándome en ese espacio vacío y en los iconos de mi almacén mental.
"Materializar: [Jitomate, Cebolla, Chile, Jamaica, Azúcar, Vainilla]".
Esperé un instante tenso... y ¡funcionó! Un levísimo parpadeo de luz azul, casi invisible en la penumbra, danzó sobre la madera por una fracción de segundo. Cuando se desvaneció, allí estaban: los jitomates rojos y firmes, la cebolla blanca, un puñado de chiles serranos verdes y brillantes, las flores de Jamaica oscuras y secas, un paquete de azúcar y el pequeño frasco oscuro de extracto de vainilla. Sólidos, reales, y oliendo débilmente a frescura, un aroma extraño y ajeno en esta cocina.
Sonreí de nuevo, sintiendo una punzada de triunfo. Rápidamente, coloqué mis ingredientes "invocados" junto a los que había encontrado. «Ahora sí, parece que puedo cocinar algo decente», pensé, sintiéndome mucho más preparado.
Justo en ese momento, cuando daba un paso atrás para contemplar mis ingredientes, escuché el inconfundible sonido suave de la puerta corrediza de la cocina abriéndose de nuevo. Mi corazón dio otro salto. Me giré bruscamente.
Allí, enmarcada en la puerta, estaba Yuki-san. Sus ojos se abrieron ligeramente por la sorpresa al verme allí, en la penumbra, de pie junto a la encimera.
—¡Ah, Takechi-kun! Buenos días. ¿Tan temprano despierto? —susurró, su voz rompiendo el silencio, con una sonrisa amable pero claramente sorprendida.