Episodio 10: El Incensario del Dragón
El aire huele a tierra húmeda, a heno recién cortado y al humo de las hogueras donde se cocina el desayuno. Los campesinos llegan con sus productos frescos, los artesanos exhiben sus creaciones y el bullicio de la gente llena el lugar.
Al llegar a nuestro destino, me adelanté y empecé a hacer lo que 千住さん hacía en cada parada: revisar la carreta, amarrar a los caballos. Traté de ser útil de cualquier forma posible.
千住さん sacó de la carreta un paquete y me lo entregó. Después, tomó otro y lo cargó él mismo. Sin decir nada, empezó a caminar y yo lo seguí.
Al llegar a un puesto, 千住さん saludó al encargado y le entregó el paquete. Yo hice lo propio. Luego, se acercó a mí y dijo:
—タケチくん, ve a la carreta por un saco de arroz y el último paquete que queda, no tardes mucho. Yo me quedaré aquí tratando algunos asuntos con el señor 石川さん.
Asentí con la cabeza y me despedí del señor 石川さんcon una reverencia.
Ya de regreso con el encargo en mis manos, mis ojos se desviaron hacia un puesto que había al pasar. Allí, entre las cerámicas brillantes y algunas baratijas, algo captó mi atención de inmediato.
Sobre un paño blanco reposaba un objeto que me hipnotizaba: un objeto redondo de madera, tallado meticulosamente en ébano. Su superficie oscura estaba adornada con finos grabados. La cabeza de una criatura majestuosa se alzaba con imponente elegancia. Sus ojos eran profundos y enigmáticos, su boca entreabierta con una lengua bífida asomándose apenas, como si estuviera a punto de susurrar un secreto perdido en el tiempo. Líneas finas recorrían su superficie, formando patrones que evocaban plumas y escamas al mismo tiempo. Estaba meticulosamente elaborado, revelando la mano de un artista que buscaba capturar la esencia de una deidad poderosa. La luz del puesto se reflejaba en la superficie de ébano, resaltando los grabados y creando sombras que intensificaban la sensación de misterio.
Tomé aire y me acerqué al puesto, tratando de disimular mi prisa. Dejé caer el saco de arroz al suelo y, al ajustar el paquete que llevaba cargado en el hombro, lo sostuve con más fuerza.
¿Acaso ese símbolo era Quetzalcóatl, la serpiente emplumada? Es el dios creador del hombre, pensé, conteniendo la respiración. Recordé las monedas de $5 pesos que mi abuelo me daba cada mañana antes de partir a la escuela. ¿Cómo había llegado un símbolo de mi mundo aquí? ¿Era una señal…?
—Disculpé —dije al mercader, señalando el objeto—, ¿qué es eso?
El mercader, un hombre de rostro curtido por el sol y una barba entrecana, dejó de ordenar unas vasijas y se inclinó levemente hacia mí con una expresión entre curiosa y divertida.
—Ah, esto —dijo, pasándose una mano por la barbilla mientras sus ojos se posaban en la pieza—. Es un objeto ceremonial de tierras lejanas —respondió, pasando un dedo por el borde del incensario con demasiada delicadeza—. Dicen que guarda la esencia de antiguas creencias… un símbolo de algo poderoso.
Mi corazón latía con fuerza.
—¿De dónde proviene?
El mercader se rascó la cabeza con aire pensativo.
—Un viajero me lo vendió hace años… no recuerdo más.
Yo apenas podía respirar. Todo en mí quería tenerlo en mis manos, examinar cada detalle, confirmar lo que mi mente me gritaba.
—¿Y ese viajero… mencionó algo más? —pregunté, sin quitar la vista del objeto.
El mercader se rascó la cabeza —un gesto rápido, casi inconsciente— antes de encogerse de hombros.
—Hablar de leyendas atrae a curiosos —soltando una pequeña risa—, pero, al fin y al cabo —dio un golpecito al objeto—, esto es solo un incensario muy fino de madera, y su grabado es de un dragón.
Pasé saliva.
—¿Cuánto cuesta?
El mercader sonrió con calma, como si hubiese estado esperando esa pregunta.
—Es una pieza valiosa. No es barata.
Eso era todo lo que necesitaba escuchar para recordar un pequeño detalle: no tenía dinero.
Mi estómago se encogió. 武士は食わねど高楊枝.
Bajé la mirada hacia el incensario una vez más. El mercader tenía razón: era valioso… pero no cualquiera lo compraría. Si había estado tanto tiempo en ese puesto sin venderse, significaba que aún tenía oportunidad de regresar por él.
No iba a dejarlo escapar.
—Voy a pensarlo —respondí, forzando una sonrisa.
El mercader asintió, sin dejar de observarme con interés.
Justo en ese instante, un escalofrío recorrió mi espalda. Sentí una presencia detrás de mí y un ligero golpe en el brazo.
—遅いよ —la voz de 千住さん retumbó justo sobre mi oído.
El susto fue tal que casi solté el paquete que llevaba cargado en el hombro.
千住さん me observaba con una sonrisa divertida.
—No esperes que yo te ayude a cargar el saco de arroz —añadió con una risa suave.
Me aclaré la garganta y negué con la cabeza.
—Ya voy, ya voy.
Tomé el bulto con más firmeza y me alejé del puesto, sintiendo la mirada del mercader aún sobre mí.
Tras regresar del puesto del mercader, aún con el incensario en mi mente, me encontraba junto a 石川さん, terminando de organizar los últimos sacos de arroz. Fue entonces cuando 千住さん se acercó con su actitud relajada de siempre.
—タケチくん, tengo que encargarme de unos asuntos fuera del pueblo. —dijo, cruzándose de brazos— Me tomará unos días, quizá un par de semanas.
Lo miré con curiosidad.
—¿Y qué haré yo mientras tanto?
千住さん esbozó una sonrisa y lanzó una mirada a 石川さん, quien se mantenía observándonos en silencio.
—Si estás buscando algo que hacer… —dijo 千住さん con su tono despreocupado— 石川さん podría necesitar una mano extra en su tienda.
石川さんasintió con calma.
— Si quiere quedarse, puede ayudarme y ganar algo de dinero.
Dinero.
Esa sola palabra hizo que mi corazón diera un vuelco.
Mantuve la expresión neutral, pero en mi mente solo podía pensar en una cosa: el incensario.
Si trabajaba aquí, podría ahorrar lo suficiente y volver por él.
—Está bien —respondí con decisión—. Me quedaré.
千住さん pareció satisfecho con mi respuesta y me dio una palmada en el hombro.
—Bien. No desaparezcas antes de que regrese.
Lo observé alejarse con su andar despreocupado.
No tenía idea de qué tipo de "asuntos" iba a atender, pero en ese momento, mi única prioridad era trabajar y reunir suficiente dinero.
Los días en la tienda de 石川さんfueron duros.
Desde el amanecer, me encargaba de acomodar los sacos de arroz, organizar los pedidos y atender a los clientes.
Me acostumbré al ritmo del mercado, a los regateos de los clientes y a la paciencia inquebrantable de 石川さん, quien rara vez hablaba más de lo necesario.
Los días se convirtieron en semanas, y poco a poco, el monótono trabajo dejó de sentirse tan pesado.
Por primera vez desde que llegué a este mundo, sentí que estaba construyendo algo por mi cuenta.
Y entonces, finalmente, llegó el día del pago.
石川さんme entregó una pequeña bolsa de monedas.
—Buen trabajo, muchacho.
—Gracias —dije, inclinando la cabeza.
No esperé más. Guardé el dinero en mi bolsa y salí del mercado, directo al puesto del mercader.
El puesto estaba exactamente donde lo recordaba.
Pero algo estaba mal.
Mi corazón se hundió al ver la mesa de exhibición.
El incensario no estaba allí.
Tragué saliva y me acerqué al mercader.
—Disculpe, el objeto de madera… el incensario… ¿dónde está?
El hombre alzó la mirada y, al reconocerme, sonrió con algo de diversión.
—Ah, ese. Se lo vendí a un viajero hace unos días.
Mi estómago se encogió.
—¿Un viajero? ¿Cómo era? ¿A dónde se fue?
El mercader se encogió de hombros.
—No lo sé. Era un tipo como cualquier otro, de paso por el pueblo. Me pagó bien, así que no pregunté mucho.
La frustración me golpeó como un balde de agua fría.
Todo este tiempo… todo este esfuerzo… y cuando por fin tenía el dinero, ya no estaba.
Bajé la mirada, sintiendo un nudo en la garganta.
El mercader, notando mi expresión, sonrió con calma.
—Tienes mala suerte, muchacho. Pero las cosas valiosas no desaparecen tan fácil. Quién sabe, quizás el destino te lo devuelva.
No supe qué responder.
Con pasos pesados, me alejé del puesto.
Al volver con 石川さん, aún sumido en mis pensamientos, me sorprendió encontrar a 千住さん esperándome frente a la tienda.
Su expresión se iluminó al verme.
—¡タケチくん! ¡Sigues con vida!
No pude evitar soltar una leve risa.
—Apenas.
石川さんintervino con su habitual tono tranquilo.
—Trabajó bien. Tiene potencial.
千住さん alzó una ceja, sorprendido.
—Vaya, eso sí que es un elogio viniendo de 石川さん.
Miré a 石川さん, quien simplemente asintió antes de volver a su tienda sin más palabras.
Entonces, 千住さん se cruzó de brazos y me miró con seriedad.
—タケチくん, te quedas aquí y seguir trabajando con 石川さん, estableciendo una vida más estable… o seguimos nuestro viaje.
La decisión era fácil.
No había trabajado con 石川さんporque quisiera quedarme aquí.
Lo había hecho para conseguir el incensario.
Y ahora que no estaba… no tenía razón para quedarme.
— seguimos nuestro viaje, 千住さん.
Su sonrisa se ensanchó.
—Sabía que dirías eso.
Nos despedimos de 石川さん, agradeciéndole por todo, y una vez más, emprendimos el viaje.